LA CONTABILIDAD DE HOY DEBERÍA SER DIVERTIDA
Por estas fechas hace 31 años, en 1992, comenzaba mi aventura en la facultad de contaduría pública en una universidad privada (ya he contado varias veces cómo llegué a esta carrera) y recuerdo al profesor de principios de contabilidad, lo que hoy llamo “contabilidad coquito” y nos ponía ejemplos como este:
Compramos papelería en efectivo por $ 100.000. explicaba que el dinero salía y nos ingresaba a cambio un bien, y yo imaginaba:
La simple explicación de la partida doble y así fue como aprendí las cuentas y sus movimientos, nos decía que el dinero en efectivo salía de la billetera y que en las empresas se llama caja, a su vez nos entregaban un bien que podría convertirse en una compra o en un gasto, dependiendo del uso que le diéramos, queda claro que a todas las transacciones las llamaba por su nombre, SU NOMBRE.
Llamar las cuentas por su nombre y con ese “jueguito” de paraqué o con qué fin adquiríamos ese bien o servicio, hacía que debiéramos pensar y definir cual cuenta estábamos utilizando. Ese simple ejercicio nos hacía pensar y si le sumamos a ello el hacer cálculos a mano, sumas, restas, sacar porcentajes, personalmente me divertía, obvio a alguien que le guste las matemáticas, siempre verá esas acciones como un juego y los juegos SIEMPRE deben ser divertidos. Acá entre nos, no creo que una persona que estudie contabilidad, odie las matemáticas operativas.
Toda la carrera fue así, obvio hubo materias duras, estresantes, pero divertidas, lo estresante era el afán de la nota, de resto, DIVERSIÓN. O ¿no es divertido liquidar nómina manual en una hoja del cuaderno o sacar el costo de producción? Las materias de impuestos eran diferentes, no había tanta cosa como ahora, pero en el fondo era lo mismo y tal cómo ahora uno quedaba en las mismas, porque una cosa era la clase y otra la calle.
Pero llegó el decreto 1650 de 1993 que afortunadamente para mí, nunca me lo explicaron hasta el año 1998 que me gradué y debo reconocer que para los sistemas y software contables y para el control del estado, son de gran ayuda, pero para el estudiante, fue la castración del aprendizaje.
Luego del año 2000, la forma de enseñar la contabilidad por parte de los docentes, que pocas veces como en todas las profesiones son pedagogos, se acaba el juego de quién entrega y quién recibe y de los cálculos manuales y de despertar y mantener activo el cerebro y el estudiante tiene es que salir como producto a hacer y no de pensar cómo hacerlo. Me refiero a que ya no tienes que pensar si ese producto que adquiriste es un gasto o una compra, no interesa, lo que importa es si es una 5195 o una 1435. Memorice no piense.
Y luego llegaron las reformas tras reformas, cambios y cambios y el egresado de contaduría vive día a día en un afán por presentar impuestos, es un teso y te recita 200 códigos en orden, pero le preguntas, ¿Cómo sabes si ese registro es costo o gasto? Y queda patinando y quizá respondan: esta empresa es de servicios, TODO ES GASTO, o es que así pagamos menos impuestos. MURIÓ LA DIVERSIÓN Y LLEGÓ EL ESTRÉS, EL MIEDO Y SOBRE TODO LA INSEGURIDAD DEL PROFESIONAL.
Deberíamos volver al origen, a pensar, a la diversión, la tecnología como herramienta no como forma de vida, ¿cuántos hacen las cuentas en la cabeza o en el papel o se saben las tablas de multiplicar?
Hoy en día el contador parece que sólo tiene 2 momentos de diversión:
- Cuando le pagan.
- Cuando presentan impuestos y la página de la Dian dice: presentado con éxito.
¿ESTÁS DE ACUERDO?
CARLOS MARIO TAPIAS AGUDELO
Contador público
Docente